Era un tarde fría, de esas en las que a ella le gustaba
encerrarse en casa y tomar té mientras contempla las gotas de lluvia correr
sobre el vidrio de la ventana mientras él la contemplaba, pero hoy no era de
esas tardes; definitivamente esa era una tarde diferente. La lluvia atravesaba
sus mechones de cabello y le mojaba el abrigo, pero sorprendentemente no
apagaban el cigarro que ansiosamente posaba entre sus labios.
''Lo nuestro era algo momentáneo, se suponía que sería
divertido'' resonaba su dulce voz en su cabeza, repitiendo lo que ella
le dijo hace unos minutos en aquel café, justo antes de que comenzara a llover,
justo antes de que lo destrozara en mil pedazos.
''Lo nuestro era de un par de noches, y… Yo no te amo, lo
siento''
Sus pasos resonaban sobre el asfalto mojado mientras
caminaba sin rumbo, irónicamente buscando algo de paz para su alma y su corazón
roto. En su cabeza se proyectaban como una película todos los momentos que
disfrutó con ella, pero principalmente, la noche en la que sus curvas fueron su
delirio y la hizo suya a la luz de la luna. Ella no se quedó para el desayuno…
Él sabía que estaba muerto porque era la sonrisa que no volvería a ver, su sonrisa,
la que lo mantenía con vida. Y era esa misma sonrisa que él podía dibujar tan
fácilmente en su bello y triste rostro… pero al parecer no fue suficiente.
Miró el cigarrillo con indiferencia. ''Mientras
no tenga un corazón, nadie será capaz de romperlo'', dijo en un susurro
al viento, y este era tan fuerte que parecía llevarse literalmente sus palabras
al segundo en el que las pronunciaba. Y así como el viento se robó su
pensamiento en un soplo, su corazón se consumió en las cenizas que caían sin
ser vistas en aquel asfalto mojado que sostenía sus pisadas, al igual que caían
las gotas que mojaban también su balcón, en donde una mañana le confesó sus
sentimientos a esa quien buscaba todo menos amor; su amor.