martes, septiembre 2

Intoxicadas reflexiones de un alma perdida

Maldición, mi cabeza va a explotar. Tengo alrededor de unas tres horas sintiendo las palpitaciones a lo largo de mi frente y en mis sienes. Puta sea, me duele. Pero, a decir verdad, esto me lo busqué yo al fondo de esos numerosos vasos llenos de ron, al comienzo de cada colilla de cigarro que gasté. Tengo los pensamientos revueltos, no puedo dormir. Pensé que hoy sería una de esas noches en las que la ebriedad con la que intrépidamente llegué a mi casa me haría caer derrotada por el sueño antes de la media noche, pero aquí estoy, a las 3 de la mañana, intentando apaciguar mis penas, que en realidad no son más que preocupaciones sin sentido. Y las llamo así, ‘’sin sentido’’, porque la mayor parte de estas preocupaciones son sobre cosas del pasado, que ya no puedo cambiar, que afectaron mi vida y ahora tengo que lidiar con las consecuencias. Es un poco estúpido que me preocupe tanto por algo que ya ocurrió, pero es eso lo que me impide dormir esta silenciosa noche de verano.

Me gustaría que lloviera, me gustaría tener un cigarro entre los dedos y no mi cordura resbalándose entre ellos. Me gustaría saber que decir en el momento apropiado y dejar de meter la pata en tantas situaciones.
Me gustaría saber tomar las decisiones correctas, pero supongo que son las malas decisiones las que nos hacen ser quienes somos. Tal vez ahora me moleste el hecho de no tener algo de experiencia con la vida para saber cómo reaccionar y que decir, pero tal vez luego en el futuro no solo sepa reaccionar a mis situaciones, sino también a las de los demás y pueda aconsejarles.
Creo que me gustaría tener esa experiencia ahora, creo que he metido la pata este último mes más de lo que lo he hecho en toda mi vida.


La verdad, eso es algo imposible. Durante toda mi vida he hecho muchos desastres...