Maldición, mi cabeza va a explotar. Tengo alrededor de unas
tres horas sintiendo las palpitaciones a lo largo de mi frente y en mis sienes.
Puta sea, me duele. Pero, a decir verdad, esto me lo busqué yo al fondo de esos
numerosos vasos llenos de ron, al comienzo de cada colilla de cigarro que
gasté. Tengo los pensamientos revueltos, no puedo dormir. Pensé que hoy sería
una de esas noches en las que la ebriedad con la que intrépidamente llegué a mi
casa me haría caer derrotada por el sueño antes de la media noche, pero aquí
estoy, a las 3 de la mañana, intentando apaciguar mis penas, que en realidad no
son más que preocupaciones sin sentido. Y las llamo así, ‘’sin sentido’’,
porque la mayor parte de estas preocupaciones son sobre cosas del pasado, que
ya no puedo cambiar, que afectaron mi vida y ahora tengo que lidiar con las
consecuencias. Es un poco estúpido que me preocupe tanto por algo que ya
ocurrió, pero es eso lo que me impide dormir esta silenciosa noche de verano.
Me gustaría que lloviera, me gustaría tener un cigarro entre
los dedos y no mi cordura resbalándose entre ellos. Me gustaría saber que decir
en el momento apropiado y dejar de meter la pata en tantas situaciones.
Me gustaría saber tomar las decisiones correctas, pero
supongo que son las malas decisiones las que nos hacen ser quienes somos. Tal
vez ahora me moleste el hecho de no tener algo de experiencia con la vida para
saber cómo reaccionar y que decir, pero tal vez luego en el futuro no solo sepa
reaccionar a mis situaciones, sino también a las de los demás y pueda
aconsejarles.
Creo que me gustaría tener esa experiencia ahora, creo que
he metido la pata este último mes más de lo que lo he hecho en toda mi vida.
La verdad, eso es algo imposible. Durante toda mi vida he
hecho muchos desastres...