miércoles, julio 16

Abrir cuando me extrañes:

Te confesaré algo. En esas clases como Historia Universal o Religión, en las que no se suele hacer más que leer y escuchar a la profesora hablar de su materia, producir sueño y aburrimiento, en esas clases me pongo a pensar, y si, ya sé que está mal no prestarle a esas clases, pero mis pensamientos me llevan a otro mundo y me hacen reflexionar mucho. En una de esas clases, mientras pensaba en mi propia nube, muy lejos del salón de clases, me pregunte como sería mi vida si en ese mismo instante se abriera la puerta y entrara alguien a decirme que debía recoger mis cosas porque me iría del país.
Además de quedarme en shock, también lloraría, por su puesto. Lloraría de la felicidad, pues ya no estaría viviendo en un país tan roto y corrupto y junto con mi familia, podríamos quitarnos ese peso de los hombros, pero sobretodo, lloraría por todo lo que estaría dejando atrás. Mi casa, en donde crecí y viví hasta ese momento, los recuerdos creados en esas paredes, la ciudad tan particular en la que me criaron, en donde la gente es extrovertida y todos procuran no sacar el celular para que no se los roben, el colegio en donde me eduque casi toda mi vida, el colegio religioso que tanto odie, pero no sería hasta ese momento en el que me diera cuenta de tantas cosas buenas que me enseño, cosas únicas que solo enseñan aquí, las compañeras que iba conociendo durante cada año escolar, mi promoción que solo desde ese día empezaría a amar, y por supuesto, las amigas que con las que reí, llore, salte, dormí y sufrí. Las que me dieron todos los abrazos que necesite, las que siempre estaban ahí apoyándome, las únicas que se reían de mis chistes malos, las que me tenían paciencia, y me secaban las lágrimas con obstinación contenida por el amor que me tenían. Por su puesto que ese amor era mutuo, correspondido, porque si no ya me hubiese ido sin derramar una lágrima. Pero como no era así, como las amo tanto, lloraría demasiado.
Pero te preguntaras ¿Por qué llorar tanto por una persona que será remplazada y olvidada en cuanto uno se acomode en su nuevo hogar, en su nuevo país? Pues la respuesta, aunque es muy lógica, no es fácil de notar. A esas niñas las conocí en mis peores días (o por lo menos ese es mi caso). Las conocí cuando morir parecía la única salida (si, así de mal me sentía en ese momento de mi vida), pero esas niñas se metieron bajo mi piel en silencio y cuando me di cuenta, ya las quería demasiado como para alejarme. En ese momento, para mí, eso era un gran error, porque mi plan era dejar este mundo y no podía encariñarme con nadie, pero esas niñas me mantuvieron con vida, sacándome sonrisas, preocupándose por mí, ayudándome en todo lo que estaba a su alcance, siendo mis ángeles. Cuando ya me encontraba mejor, el amor que sentía por ellas parecía casi imposible, pero ¿Cómo no amar a las personas que me salvaron la vida más de una vez? Aunque con algunas hablaba más que con otras y a estas les contara más de mí que aquellas, todas me producían la misma sensación, un calor indescriptible que me hacía sentir cómoda, me hacía sonreír sin esfuerzo y sorprendentemente me hacían olvidar todos y cada uno de mis problemas.

Ahora no sé si me comprendes. ¿Te das cuenta de porque lloraría tanto por ellas? Y no solo eso, también, tantos recuerdos tatuados en mi corazón, tantas carcajadas que nos dejaban sin aire, tantas discusiones estúpidas, todos los consejos que gastamos mutuamente, y todos y cada uno de los abrazos que nos dimos. Todos esos abrazos significan algo para mí, significan amor incondicional hacia unas hermanas con diferentes madres, significan confianza. Yo sé que siempre poder contar con cada una de ustedes. Aunque todas sean tan diferentes, hay algo que las caracteriza a todas; ese gran corazón en el que me dejaron entrar y del que espero nunca salir, porque ustedes de mi corazón jamás van a poder salir.
Gracias por todo lo que me han dado, todo lo que me hicieron aprender. Espero haberlas ayudado a ustedes también y espero haberlas hecho sentir tan bien como ustedes me hicieron sentir el día que me recibieron en aquella mesa de mármol rojizo.

Las amo, niñas, y aunque no me esté yendo a ningún lado, una parte de mí se queda con cada una de ustedes y esa parte siempre las va a amar. Siempre van a ser mis niñas :)


Con amor, SP.

Lirio...

Hace un tiempo encontré una flor en mi camino, blanca como la nieve, pero rota, decaída. Yo pensé que con un poco de amor, la delicada flor volvería a ser tan hermosa como siempre, entonces decidí quedármela y cuidarla. Le di todo mi amor y un espacio en mi vida. Sabía cuándo le gustaba tomar sol, cuánta agua necesitaba, la fragancia que me regalaba. Éramos, por decirlo así, muy unidas. Pero muy tarde me di cuenta de que aquella flor nunca mejoraba. Sus pétalos blancos siempre serían ásperos y su tallo siempre tendría espinas, pero el afecto que le guardaba a mi flor me cegaba.
Yo también estaba rota, como mi delicada flor blanca, y de alguna manera, me sentía identificada con ella, sentía que eso nos unía mucho. Pero que unión tan destructiva la nuestra...
De vez en cuando, me daba cuenta de lo cansada que me sentía, y evaluando mi vida, comenzaba a ver como mi florecilla consumía mi poca energía. Pasaba mucho tiempo cuidándola, preocupándome por su salud, y a veces, me consumía el simple hecho de querer ser tan hermosa como mi flor, pero me mantuve en silencio y seguí cuidándola con amor, ignorando mis pensamientos.
Un día, agotada, comencé a escuchar lo que mi voz interna me susurraba, y muy egoístamente, dejé de cuidar a mi flor. Dejé de ponerla al sol en la tarde, dejé de cambiar la tierra en la que dormía, dejé de prestarle atención. Solo le daba lo vital, agua, todas las mañanas, y desaparecía por la puerta de madera durante todo el día sin dar explicaciones. Eventualmente, mi flor comenzó a morir, deprimida y solitaria. Yo ya no podía mirarla directamente, porque la mezcla de sentimientos en mi interior me hacía querer vomitar. Era un poco de culpa, el dolor que me producía verla así y saber que ya no podía hacer más nada para mejorar a mi terca flor, tristeza al darme cuenta de lo egoísta que fui, envidia, pues todavía anhelaba la belleza que la flor poseía y yo jamás podría obtener, un poco de felicidad, pues debía admitir que un peso había sido removido de mis hombros. Pero ¿por qué todo comenzó a empeorar poco a poco? ¿Era el karma el que atacaba? Cada vez que por equivocación mi mirada se posaba en la flor que ya no era mía, me invadían unas ganas enormes de llorar, recordaba todas las tardes bonitas que había compartido con mi flor, toda la felicidad que mi flor me dio, pero luego volvían zumbando como abejas molestas todos los malos momentos, las noches de lágrimas y las interminables dudas.

Ya no quiero seguir topándome con la flor en mi camino, en mi mirada, en mis pensamientos. Quiero arrancar esa página, actuar como si nada sucedió. Quiero dejar de hundirme más y más en la duda y la culpa. Quiero dejar de extrañar a mi pequeña y terca flor. Quiero cambiar todo esto. Ojalá el silencio expresara las palabras que no le puedo decir, ojalá el viento se llevara mis pensamientos, ojalá este verano me mate de calor, ojalá...

viernes, julio 11

Que estúpido, pero que hermoso sentimiento.

Sorprendentemente, aquí me encuentro, sonriéndole a la nada, sintiendo en mí los efectos duraderos de aquellas palabras que quedaron grabadas en mi retina, y dudo de lo que siento. Cuestiono mi inteligencia y frunzo el ceño. ¿De verdad estoy reaccionando de esta forma tan estúpida por algo que no debería creer? Pero un suspiro escapa de mis labios y me encuentro a mí misma sonriendo de nuevo.
Era entendible mi reacción. ¿Cuándo fue la última vez que la sangre llego a mis mejillas con solo leer un par de palabras? Ya ni lo recordaba... o tal vez sí, pero mi cabeza ya estaba habituada a desfigurar los recuerdos, que aunque fuesen buenos, me hacían mal. Pero en fin, aquí estoy, como una adolescente, mordiéndome el labio para no gritar. Que estúpido, pero que hermoso sentimiento.
Es tan triste que nosotros, los humanos, nos dejemos manipular tanto por los sentimientos... Son demasiado fuertes, o nosotros demasiado débiles. Débiles contra algo que no tiene cuerpo, contra algo que no se ve. Pero ¿cómo impedirlo? si están en todos lados. En una foto, una canción, un libro... incluso en una persona de carne y hueso. Y hay de tantos tipos... Millones de sentimientos que pueden atacarnos de cualquier forma, cuando menos lo esperamos. Pero por mucho que entrenes, por mucho que te protejas, siempre van a estar ahí.

Entonces, volviendo a mi punto inicial, sentada aquí en mi habitación vacía, vulnerable como la niña pequeña que soy, no puedo hacer nada para impedir la invasión de este sentimiento intruso. Pero me doy cuenta de que no es más que una reacción estúpida de mi joven cerebro. Un cerebro que se enamora del sentimiento, pero no de la persona que me hace sentir así.

jueves, julio 3

Oh, corazón roto...

¿Cuántas veces hemos entablado una buena conversación desde ese entonces? ¿Dos, tal vez? ¿Qué tanto conozco de ti? Conozco tus palabras y conozco lo mucho que me gusta leerlas. ¿Qué tanto conoces tú de mí? Tal vez solo recuerdes las bandas que me gustan, porque son similares a las tuyas. ¿Cuantas veces he pensado en ti? Tal vez demasiadas. ¿Y tú has pensado en mí? Si tengo suerte, unas pocas veces, puede ser.
Cada canción es un recuerdo, cada palabra es un suspiro, cada verso lleva tu nombre entrelineas y todos esas noches interminables, en donde comenzaba a aceptar que mi única compañía era la soledad, la única razón eres tú y solo tú. Todavía no te olvido, no olvido todas las palabras hermosas que gaste en ti, todas las risas compartidas, tu voz pronunciando mi nombre, no olvido el sabor del deseo que producías en mí, tantas marcas que dejaste en mi cuerpo y en mi alma. Me marcaste de por vida ¿lo sabias? Me cambiaste tanto. Cambiaste mi forma de pensar, mi forma de actuar, la música que escuchaba, los gestos que hacía, las expresiones, mi carisma, todo. Te volviste parte de mí sin que me diera cuenta, pero yo no hice mucho efecto en ti, pues decidiste un día, leer de nuevo la página anterior del libro, y hasta quisiste escribir en ella una historia nueva. Como era de esperarse, esta termino siendo un desastre. Escribiste sobre las palabras que ya habías expresado y en las esquinas y bordes en blanco; ya nada tenía sentido. La pasaste y te saltaste la nuestra, como si jamás hubiese existido.

Yo había escrito algo por mi cuenta mientras tú no estabas, deje un espacio libre, por si regresabas, pero llene mucho de lo que dejamos sin terminar. Lo llené con mis propias palabras llenas de melancolía, lo llenó mi corazón hecho pedazos. La confusión que invadía mi vida para ese momento era monumental. No entendía si ya te tenía en el rincón más desfigurado y opacado de mi mente, no sabía que pensar de ti, no quería volver a mencionar tu nombre, pero es que estabas en todos lados y eso me asustaba. En cada pared, cada puerta y cada esquina. Ahí estas, sonriéndome como si nada hubiesen pasado. Entonces te grito. ¿Cómo puede ser posible que ignores todo lo que ha pasado y todo lo que te dije después de haber terminado tan mal? Maldición. Pero luego me doy cuenta de que es solo tu recuerdo atormentando mi existencia, apareciendo en mis sueños y haciéndolos tan bellos que se vuelven pesadillas. ¿Cuándo llegara el día en el que pueda pronunciar tu nombre sin que mis latidos se aceleren? ¿Cuándo vendrá el momento en el que pase la página? ¿Cuándo podre olvidar la forma en que me amaste?

miércoles, julio 2

Sentimiento extraño.

¿Conoces ese sentimiento de felicidad plena y silenciosa? Ese que solo te invade unas pocas veces en tu vida, si tienes suerte. Que sabes que está ahí porque no percibes el tiempo pasar, se te olvida donde estas y lo único que importa es el ahora. Bueno, exactamente así me sentí contigo, con tus labios sobre los míos, en un beso profundo y lento, que tenía mil cosas escritas, pero que nadie podía leer. En un momento de ternura y deseo la habitación desapareció para mis sentidos. Mis ojos cerrados hacían que tus dedos sobre mi piel crearan una corriente eléctrica, tu mano en mi cuello me acercaba a la idea de estar en las nubes. Y te quería más cerca, pero ¿qué más reducido espacio que el que existía entre tu yo?

Había algo de ti, un pequeño detalle escurridizo entre mis dedos que se me perdía, algo que para mí era imperceptible, pero estaba ahí y me mantenía hechizada, me mantenía encadenada a tu cuerpo. Entonces me daba cuenta de que nuestros labios no encajaban perfectamente con el otro par, pero eso solo lo hacía más divertido. Era un baile que subestimaba mi auto control y los dos luchábamos por mantener la cordura sin eliminar ni una gota del excesivo deseo que inundaba la habitación. Era una montaña rusa que tenía altos y bajos de intensidad, vueltas de ternura y arranques de adrenalina que causaban otras respuestas en tu cerebro. Era un sentimiento raro el que inundaba mi cuerpo. Ya había perdido el sentido de todo, no sabía que iba arriba y que iba abajo, no sentía el peso de tu cuerpo sobre el mío, ni sabía si quiera cuanto tiempo había pasado, pero la verdad es que ya eso no tenía importancia, porque ahora todo giraba en torno a las chispas que mi tacto producían en tu piel y el trayecto que iban tomando tus manos bajo mi camiseta.