Te confesaré algo. En esas clases como Historia Universal o
Religión, en las que no se suele hacer más que leer y escuchar a la profesora
hablar de su materia, producir sueño y aburrimiento, en esas clases me pongo a
pensar, y si, ya sé que está mal no prestarle a esas clases, pero mis
pensamientos me llevan a otro mundo y me hacen reflexionar mucho. En una de
esas clases, mientras pensaba en mi propia nube, muy lejos del salón de clases,
me pregunte como sería mi vida si en ese mismo instante se abriera la puerta y
entrara alguien a decirme que debía recoger mis cosas porque me iría del país.
Además de quedarme en shock, también lloraría, por su
puesto. Lloraría de la felicidad, pues ya no estaría viviendo en un país tan
roto y corrupto y junto con mi familia, podríamos quitarnos ese peso de los
hombros, pero sobretodo, lloraría por todo lo que estaría dejando atrás. Mi
casa, en donde crecí y viví hasta ese momento, los recuerdos creados en esas
paredes, la ciudad tan particular en la que me criaron, en donde la gente es
extrovertida y todos procuran no sacar el celular para que no se los roben, el
colegio en donde me eduque casi toda mi vida, el colegio religioso que tanto
odie, pero no sería hasta ese momento en el que me diera cuenta de tantas cosas
buenas que me enseño, cosas únicas que solo enseñan aquí, las compañeras que
iba conociendo durante cada año escolar, mi promoción que solo desde ese día
empezaría a amar, y por supuesto, las amigas que con las que reí, llore, salte,
dormí y sufrí. Las que me dieron todos los abrazos que necesite, las que
siempre estaban ahí apoyándome, las únicas que se reían de mis chistes malos,
las que me tenían paciencia, y me secaban las lágrimas con obstinación
contenida por el amor que me tenían. Por su puesto que ese amor era mutuo,
correspondido, porque si no ya me hubiese ido sin derramar una lágrima. Pero
como no era así, como las amo tanto, lloraría demasiado.
Pero te preguntaras ¿Por qué llorar tanto por una persona
que será remplazada y olvidada en cuanto uno se acomode en su nuevo hogar, en
su nuevo país? Pues la respuesta, aunque es muy lógica, no es fácil de notar. A
esas niñas las conocí en mis peores días (o por lo menos ese es mi caso). Las
conocí cuando morir parecía la única salida (si, así de mal me sentía en ese
momento de mi vida), pero esas niñas se metieron bajo mi piel en silencio y
cuando me di cuenta, ya las quería demasiado como para alejarme. En ese
momento, para mí, eso era un gran error, porque mi plan era dejar este mundo y
no podía encariñarme con nadie, pero esas niñas me mantuvieron con vida,
sacándome sonrisas, preocupándose por mí, ayudándome en todo lo que estaba a su
alcance, siendo mis ángeles. Cuando ya me encontraba mejor, el amor que sentía
por ellas parecía casi imposible, pero ¿Cómo no amar a las personas que me
salvaron la vida más de una vez? Aunque con algunas hablaba más que con otras y
a estas les contara más de mí que aquellas, todas me producían la misma
sensación, un calor indescriptible que me hacía sentir cómoda, me hacía sonreír
sin esfuerzo y sorprendentemente me hacían olvidar todos y cada uno de mis
problemas.
Ahora no sé si me comprendes. ¿Te das cuenta de porque
lloraría tanto por ellas? Y no solo eso, también, tantos recuerdos tatuados en
mi corazón, tantas carcajadas que nos dejaban sin aire, tantas discusiones
estúpidas, todos los consejos que gastamos mutuamente, y todos y cada uno de
los abrazos que nos dimos. Todos esos abrazos significan algo para mí,
significan amor incondicional hacia unas hermanas con diferentes madres,
significan confianza. Yo sé que siempre poder contar con cada una de ustedes.
Aunque todas sean tan diferentes, hay algo que las caracteriza a todas; ese
gran corazón en el que me dejaron entrar y del que espero nunca salir, porque
ustedes de mi corazón jamás van a poder salir.
Gracias por todo lo que me han dado, todo lo que me hicieron
aprender. Espero haberlas ayudado a ustedes también y espero haberlas hecho
sentir tan bien como ustedes me hicieron sentir el día que me recibieron en
aquella mesa de mármol rojizo.
Las amo, niñas, y aunque no me esté yendo a ningún lado, una
parte de mí se queda con cada una de ustedes y esa parte siempre las va a amar.
Siempre van a ser mis niñas :)
Con amor, SP.