jueves, julio 3

Oh, corazón roto...

¿Cuántas veces hemos entablado una buena conversación desde ese entonces? ¿Dos, tal vez? ¿Qué tanto conozco de ti? Conozco tus palabras y conozco lo mucho que me gusta leerlas. ¿Qué tanto conoces tú de mí? Tal vez solo recuerdes las bandas que me gustan, porque son similares a las tuyas. ¿Cuantas veces he pensado en ti? Tal vez demasiadas. ¿Y tú has pensado en mí? Si tengo suerte, unas pocas veces, puede ser.
Cada canción es un recuerdo, cada palabra es un suspiro, cada verso lleva tu nombre entrelineas y todos esas noches interminables, en donde comenzaba a aceptar que mi única compañía era la soledad, la única razón eres tú y solo tú. Todavía no te olvido, no olvido todas las palabras hermosas que gaste en ti, todas las risas compartidas, tu voz pronunciando mi nombre, no olvido el sabor del deseo que producías en mí, tantas marcas que dejaste en mi cuerpo y en mi alma. Me marcaste de por vida ¿lo sabias? Me cambiaste tanto. Cambiaste mi forma de pensar, mi forma de actuar, la música que escuchaba, los gestos que hacía, las expresiones, mi carisma, todo. Te volviste parte de mí sin que me diera cuenta, pero yo no hice mucho efecto en ti, pues decidiste un día, leer de nuevo la página anterior del libro, y hasta quisiste escribir en ella una historia nueva. Como era de esperarse, esta termino siendo un desastre. Escribiste sobre las palabras que ya habías expresado y en las esquinas y bordes en blanco; ya nada tenía sentido. La pasaste y te saltaste la nuestra, como si jamás hubiese existido.

Yo había escrito algo por mi cuenta mientras tú no estabas, deje un espacio libre, por si regresabas, pero llene mucho de lo que dejamos sin terminar. Lo llené con mis propias palabras llenas de melancolía, lo llenó mi corazón hecho pedazos. La confusión que invadía mi vida para ese momento era monumental. No entendía si ya te tenía en el rincón más desfigurado y opacado de mi mente, no sabía que pensar de ti, no quería volver a mencionar tu nombre, pero es que estabas en todos lados y eso me asustaba. En cada pared, cada puerta y cada esquina. Ahí estas, sonriéndome como si nada hubiesen pasado. Entonces te grito. ¿Cómo puede ser posible que ignores todo lo que ha pasado y todo lo que te dije después de haber terminado tan mal? Maldición. Pero luego me doy cuenta de que es solo tu recuerdo atormentando mi existencia, apareciendo en mis sueños y haciéndolos tan bellos que se vuelven pesadillas. ¿Cuándo llegara el día en el que pueda pronunciar tu nombre sin que mis latidos se aceleren? ¿Cuándo vendrá el momento en el que pase la página? ¿Cuándo podre olvidar la forma en que me amaste?