Hace un tiempo encontré una flor en mi camino, blanca como
la nieve, pero rota, decaída. Yo pensé que con un poco de amor, la delicada
flor volvería a ser tan hermosa como siempre, entonces decidí quedármela y
cuidarla. Le di todo mi amor y un espacio en mi vida. Sabía cuándo le gustaba
tomar sol, cuánta agua necesitaba, la fragancia que me regalaba. Éramos, por
decirlo así, muy unidas. Pero muy tarde me di cuenta de que aquella flor nunca
mejoraba. Sus pétalos blancos siempre serían ásperos y su tallo siempre tendría
espinas, pero el afecto que le guardaba a mi flor me cegaba.
Yo también estaba rota, como mi delicada flor blanca, y de
alguna manera, me sentía identificada con ella, sentía que eso nos unía mucho.
Pero que unión tan destructiva la nuestra...
De vez en cuando, me daba cuenta de lo cansada que me
sentía, y evaluando mi vida, comenzaba a ver como mi florecilla consumía mi
poca energía. Pasaba mucho tiempo cuidándola, preocupándome por su salud, y a
veces, me consumía el simple hecho de querer ser tan hermosa como mi flor, pero
me mantuve en silencio y seguí cuidándola con amor, ignorando mis pensamientos.
Un día, agotada, comencé a escuchar lo que mi voz interna me
susurraba, y muy egoístamente, dejé de cuidar a mi flor. Dejé de ponerla al sol
en la tarde, dejé de cambiar la tierra en la que dormía, dejé de prestarle
atención. Solo le daba lo vital, agua, todas las mañanas, y desaparecía por la
puerta de madera durante todo el día sin dar explicaciones. Eventualmente, mi
flor comenzó a morir, deprimida y solitaria. Yo ya no podía mirarla
directamente, porque la mezcla de sentimientos en mi interior me hacía querer
vomitar. Era un poco de culpa, el dolor que me producía verla así y saber que
ya no podía hacer más nada para mejorar a mi terca flor, tristeza al darme
cuenta de lo egoísta que fui, envidia, pues todavía anhelaba la belleza que la
flor poseía y yo jamás podría obtener, un poco de felicidad, pues debía admitir
que un peso había sido removido de mis hombros. Pero ¿por qué todo comenzó a
empeorar poco a poco? ¿Era el karma el que atacaba? Cada vez que por
equivocación mi mirada se posaba en la flor que ya no era mía, me invadían unas
ganas enormes de llorar, recordaba todas las tardes bonitas que había
compartido con mi flor, toda la felicidad que mi flor me dio, pero luego
volvían zumbando como abejas molestas todos los malos momentos, las noches de
lágrimas y las interminables dudas.
Ya no quiero seguir topándome con la flor en mi camino, en
mi mirada, en mis pensamientos. Quiero arrancar esa página, actuar como si nada
sucedió. Quiero dejar de hundirme más y más en la duda y la culpa. Quiero dejar
de extrañar a mi pequeña y terca flor. Quiero cambiar todo esto. Ojalá el
silencio expresara las palabras que no le puedo decir, ojalá el viento se
llevara mis pensamientos, ojalá este verano me mate de calor, ojalá...